Si pensaste que iba a ser fácil te aseguro que no lo es ni un poquito. Mantener una rutina, escribir páginas y páginas, lograr abstraerse de la realidad para imaginar ese mundo que se quiere exponer en el escrito, etc etc, tiene que ser organizado al milímetro. De lo contrario llegará la frustración por no poder hacer lo que quieres, por no poder terminar de desarrollar la idea, el personaje, ambientar la escena, todo puede quedar a mitad de camino, para cuando el pequeño se duerma, puedas retomar con aquella idea, personaje o lo que sea que hubiese quedado. Es útil tener siempre a mano el celular. En mi caso, mientras le doy el pecho o trato de dormirlo, puedo utilizar el block de notas si alguna idea surge. El dejar para después puede llegar a ser tu peor error.
Por otro lado, antes de ser madre, solía llevarme la laptop al jardín o al living, escribía en cualquier sitio. Con un pequeño saltamontes esto es inviable, y por eso terminé adecuando una oficina de trabajo, junto a su cuna. Lo ideal es que alguien lo cuide algunas horas al día para que no dependas de sus siestas para escribir. Lo mismo se aplica para las lecturas. Un escritor va a ser mejor escritor cuanto más y más lea, y esto se ve un poco trastornado con una criatura dando vueltas. De todas formas no hay que bajar los brazos, hay que encontrar el momento.
No todo es negativo, no me malinterpretes. Hay que saber adaptarse. Puedo decir con certeza que mis células fueron bañadas por una pizca de sabor de las que antes carecían, y esto se ve en mis escritos. La maternidad cambia las cosas, te cambia, y con ello tu forma de ver algunas cosas de la vida, y eso puede verse reflejado en la escritura.
Y más allá del tema del nuevo miembro de la familia que viene a trastocar todo, hay toda una reflexión que se puede hacer en torno al cuerpo de la madre. Claro que mis células no son las mismas. Todo en mí ha cambiado, mi cuerpo y mi mente. La maternidad no es un obstáculo, es una prueba más, de las tantas. Pero no puedo ser hipócrita. Mi novela Relámpago Rojo: El virus, que he publicado en marzo de este año, fue guardada en un cajón durante mucho tiempo pues "el bebé no me deja corregir". Ya estaba terminada, pero en vez de decidirme a hacer lo que tenia que hacer, fue mejor procrastinar y procrastinar, hasta que un buen día me dije que me estaba haciendo trampa a mí misma, que nadie iba a venir a salvar la novela ni a mí misma, así que me tuve que poner las pilas. Y la saqué del cajón, le quité el polvo y luego de pasar por la editorial, terminó al fin por publicarse. Yeah!
Por otro lado, antes de ser madre, solía llevarme la laptop al jardín o al living, escribía en cualquier sitio. Con un pequeño saltamontes esto es inviable, y por eso terminé adecuando una oficina de trabajo, junto a su cuna. Lo ideal es que alguien lo cuide algunas horas al día para que no dependas de sus siestas para escribir. Lo mismo se aplica para las lecturas. Un escritor va a ser mejor escritor cuanto más y más lea, y esto se ve un poco trastornado con una criatura dando vueltas. De todas formas no hay que bajar los brazos, hay que encontrar el momento.
No todo es negativo, no me malinterpretes. Hay que saber adaptarse. Puedo decir con certeza que mis células fueron bañadas por una pizca de sabor de las que antes carecían, y esto se ve en mis escritos. La maternidad cambia las cosas, te cambia, y con ello tu forma de ver algunas cosas de la vida, y eso puede verse reflejado en la escritura.
Y más allá del tema del nuevo miembro de la familia que viene a trastocar todo, hay toda una reflexión que se puede hacer en torno al cuerpo de la madre. Claro que mis células no son las mismas. Todo en mí ha cambiado, mi cuerpo y mi mente. La maternidad no es un obstáculo, es una prueba más, de las tantas. Pero no puedo ser hipócrita. Mi novela Relámpago Rojo: El virus, que he publicado en marzo de este año, fue guardada en un cajón durante mucho tiempo pues "el bebé no me deja corregir". Ya estaba terminada, pero en vez de decidirme a hacer lo que tenia que hacer, fue mejor procrastinar y procrastinar, hasta que un buen día me dije que me estaba haciendo trampa a mí misma, que nadie iba a venir a salvar la novela ni a mí misma, así que me tuve que poner las pilas. Y la saqué del cajón, le quité el polvo y luego de pasar por la editorial, terminó al fin por publicarse. Yeah!
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